Los Universitarios y la Lectura es el título de uno de los
últimos artículos de Claudia Gilardoni. Tras
su lectura pretendemos hacer un análisis crítico sobre diversas cuestiones que
se tratan en el mismo junto a la manera en que se exponen.
En primer lugar, queremos resaltar que en ningún momento la
autora especifica con claridad cuál es el objetivo de este artículo.
Simplemente se dedica a exponer toda una serie de datos que, además de insignificantes,
algunos de ellos se contradicen entre sí. Esto se observa, por ejemplo, cuando
emplea dos encuestas diferentes para establecer una relación entre la lectura y
el estudiante universitario. De este modo, en una de ellas, indica que el
número de lectores ha aumentado, mientras que en la otra se refleja que un alto
porcentaje no lee y si lo hace es por obligación.
Por otro lado, aunque suponemos que el artículo se refiere a
un lector universitario, puesto que inicialmente menciona las bibliotecas
universitarias, no llega a especificarlo. Y es más, tampoco concreta a qué
clase de lecturas va referido (académicas, narrativas…).
También se puede entrever que la autora considera que la
lectura de libros y la condición de buen lector viene determinada por la
carrera que curses. Esto es totalmente relativo. Es posible que un estudiante
sea muy aplicado y no lea salvo para aprobar la asignatura o que otro que
estudia química adore la poesía.
Por otra parte, el artículo nos hace pensar en la siguiente
cuestión: ¿realmente sólo leen las personas que acuden a las bibliotecas? La realidad
es que en la actualidad podemos acceder a la lectura desde muchas vías y diferentes formatos. No obstante, es cierto
que la autora reconoce esta situación, pero la obvia y continúa insistiendo en
la idea de que los lectores, los verdaderos lectores, acuden a las bibliotecas.
Sin embargo, coincidimos con la autora ante el hecho de que
los estudiantes tienen una escasa formación en la competencia lectora al
finalizar la etapa obligatoria. Esto hace que al comenzar la universidad las
dificultades puedan ser y sean más numerosas a la hora de enfrentarse con todo
tipo de textos.
En definitiva, los argumentos empleados dificultan el
establecimiento de una comunicación eficaz entre el emisor (autora del
artículo) y el receptor (el lector), dado que las ideas expuestas resultan en
ocasiones poco claras, concisas y cohesionadas. Provocando que el lector se
sienta decepcionado ante una lectura que no aporta respuestas ni reflexiones,
tan sólo palabras vacías de significado.
Realizado por Grupo 3
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